9 de septiembre de 2009

El espectáculo debe continuar...


Pues eso. Que "the show must going on". Hoy, Miguel Carcaño ha regresado al juzgado y, cómo no, ha vuelto a dar una nueva versión de los hechos. Recapitulo rápidamente: ahora dice que mató a Marta del Castillo con un cenicero, que no la violó y que –¡sorpresa!– no sabe dónde está el cadáver porque fue el tío de su amigo Samuel Benítez, también imputado por el asesinato, quien se deshizo del cadáver.
Miguel Carcaño tiene sobre sus hombros acusaciones de delitos que le van a hacer pasar en prisión, en el mejor de los casos, una docena de años. Por eso, tiene todo el derecho del mundo, como cualquier imputado, a mentir todo lo que le dé la gana. Pero, como en cualquier otro caso, esas mentiras deben ser desmontadas por las pruebas que aporte, en este caso, la policía.
La versión sobre el crimen que ha ofrecido hoy el joven cuadra con las pocas pruebas materiales que hay en el caso: una mancha de sangre en el bolsillo de su cazadora, que él mismo dijo que se debía a que se había guardado el cenicero en el bolsillo; los restos de sangre que había en su casa y... muy poco más. El drama de los padres de Marta del Castillo, del juez y de la policía, es que no han sido capaces de hallar el cuerpo de la joven. Ni en el río, ni en el vertedero.
Ha llegado la hora de comenzar a pedir, al menos, alguna explicación. Los que conocemos el caso con cierta profundidad podríamos preguntar, por ejemplo, por qué la Jefatura de Policía de Sevilla despachó con bastante displicencia y más que sobrada suficiencia a los especialistas holandeses que llegaron con sus perros a ayudar en la búsqueda en el río. O por qué la Jefatura de Sevilla se negó a recibir más ayuda de los agentes de la UDEV Central llegados desde Madrid y verdaderos especialistas, no sólo en la resolución de asesinatos, sino en realizar interrogatorios complicados. O por qué el juez instructor tampoco pidió ayuda a la hora de interrogar a todos los encartados, pidiendo a la policía un cuestionario para acorralar a todos los implicados, que no son más que una pandilla de adolescentes sin ningún bagaje delictivo...
Hay un montón de lagunas, un sinfín de interrogantes que unos y otros deben contestar. Pero Carcaño seguirá mintiendo con todo su derecho y, lo que es peor, seguirá teniendo sus minutos de gloria en las televisiones y seguirá siendo pasto de los tertulianos. Al fin y al cabo, "the show must going on".

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