28 de noviembre de 2009

Autocrítica


Al leer la noticia me indigné, se me revolvieron las tripas e incluso estuve a punto de escribir aquí una entrada para contar que este tipo de asesinatos hacían tambalear las convicciones de cualquiera. Esta mañana, su rostro ha sido portada de ABC, precisamente el periódico con la mejor sección de sucesos de España. Pero cadenas de televisión, otros diarios... Todos los medios han mostrado el rostro de Diego, el hombre que ayer había torturado, quemado, golpeado y asesinado a una niña de tres años, hija de su novia. Probablemente, los agentes que participaron en su detención y en su traslado al juzgado también hicieron lo posible para enseñar el rostro del que ayer era, desde luego, una bestia digna de escarnio en la plaza pública.
Pues bien, hoy nos hemos enterado de que el juez encargado del caso le ha puesto en libertad sin cargos: la pequeña no murió a consecuencia de los golpes del hombre cuyo rostro conoce toda España, sino que sus heridas son compatibles con una caída.
¿Qué ha pasado? ¿Quién ha fallado? ¿Quién habló el primero de quemaduras? ¿Y de malos tratos continuos? ¿Y hasta de abusos sexuales? ¿Cómo es posible que la información haya dado un giro de 360 grados en 24 horas? No puedo dar respuesta a ninguna de estas preguntas, pero lo que está claro es que todos hemos fallado. No soy amigo de ese oscurantismo por el que sólo se pueden dar iniciales de los detenidos y jamás enseñar su rostro, pero de ahí a lo ocurrido aquí hay un trecho enorme. He publicado en infinidad de ocasiones fotografías de pederastas, de delincuentes sexuales... Sin cargo de conciencia y sin esperar a que sean juzgados, así que yo también habría publicado la foto que aparece en la portada de ABC. Así que, desde luego, habría fallado y ahora tendría que pedir perdón. Como, de hecho, lo hago. Los periodistas nos equivocamos tanto o más que cualquier otro, pero solemos tener menos capacidad de autorcrítica. Y en esta ocasión es imprescindible.

2 comentarios:

Xurrasku dijo...

ole por ti, nada mejor que la autocritica y el rectificar a tiempo.

Iván Hernández dijo...

te he tenido de profesor y he comprobado la integridad de tu trabajo. Por lo tanto creo tus disculpas. Pero ¿qué pasa con los culpables? ¿cómo resarcirán el honor del hombre al que han acusado injustamente? Hasta ahora, que sepa, ningún medio se ha disculpado públicamente con él.