7 de abril de 2010

Las imágenes del crimen de Seseña


Es ya una costumbre. Cuando hay un crimen protagonizado por adolescentes o por jóvenes, todos los periodistas buceamos en la red, convertida en un gigantesco banco de imágenes de gente anónima. Cuando esa gente deja de ser anónima, sus rostros aparecen en álbumes virtuales, perfiles de redes sociales... Y a los periodistas nos viene muy bien. El crimen de Marta del Castillo fue un buen ejemplo de lo que quiero decir. Marta estaba muerta, pero seguía viva en Tuenti y sus fotos y las de sus asesinos fueron difundidas gracias a la popular red social.
Con el crimen de Seseña ha pasado algo similar, pese a la que la Guardia Civil retiró rápidamente el perfil de la presunta asesina en muy pocas horas. Pero ponerle puertas al campo es casi imposible. Desde hace 48 horas, en un perfil de Facebook creado para homenajear a Cristina Martín, algunos de sus compañeros están colgando fotos de la presunta autora del crimen. Era inevitable y difícilmente nadie va a poder actuar judicialmente, más allá de cerrar una y otra vez las páginas que se creen y en las que aparezcan esas imágenes.
Es labor de los que nos dedicamos a la información preservar la imagen de la menor detenida. No sólo porque así lo dice la ley, sino porque no debemos ser responsables de cerrar la puerta a una posible rehabilitación de quien con 14 años ha sido capaz de cometer un crimen tan cruel. Recuerdo a las niñas de San Fernando (Cádiz). Dos adolescentes asesinaron en el año 2000 a una compañera de instituto. Esta misma semana me han llegado noticias de que se encuentran absolutamente rehabilitadas. Han pasado diez años, ellas están cerca de los 30 años y su reinserción ha sido posible. Ese éxito se debe en parte a que han estado protegidas, se han preservado sus identidades y nadie conoce sus rostros.
Una cosa es que los compañeros de Cristina cuelguen fotos de su asesina movidos por un comprensible deseo de venganza y otra es, como ya he visto hoy, que algún periódico las publique, por mucho que tapen su rostro. Es tan irresponsable y, sobre todo, tan absurdo, como ligar las aficiones góticas de la joven homicida con un supuesto perfil criminal. Vestirse de negro, leer novelas góticas, ver Crepúsculo o dibujar muñecas con cortes y heridas no convierte a nadie en asesino potencial. Es una simplificación casi infantil.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mentas el triste caso de las Niñas de San Fernando como ejemplo de rahabilitadas... Por supuesto, eso es lo que te han dicho, y es lo que se dice siempre para protegerlos por una sencilla razón: hay un límite legal para tenerlas internadas, y no resulta políticamente correcto decir "hemos agotado el límite, la verdad es que una de ellas no se puede considerar rehabilitada, pero así es la ley". La única prueba de que están rehabilitadas, y lo sabes mucho mejor que yo, Manuel, es esperar...

Lo de que resulta "infantil" la asociación simplificadora de su afición "gótica" y el perfil de asesina es verdad en el contexto desde el que lo ves -y lo veo-. Si bien las personas que sufren de cerca esta pérdida brutal sueltan rabia y se pasan y desvían disparando y, en algunos casos, proyectando su propia maldad en un colectivo extranjero, por ejemplo, lo cierto es que en el contexto del suceso, su perfil es uno, entre otros mucho más importantes, de los indicativos de una personalidad probablemente psicopática. Por sí solo, no, naturalmente.

Claro que hay que dejar que pase el tiempo para asegurar la evolución por la edad que tiene (a saber mentalmente lo que depara el futuro, aunque apunta mal, lamentablente), pero el crimen y las coincidencias con lo que muestra, que se encasilla en la etiqueta de lo "gótico", no dejan de ser preocupantes.

Iba a decir más sobre lo que algunos profesionales de la psiquiatría dicen, mintiendo en aras de lo políticamente correcto, cómodamente sentados en un sillón del que viven, y que les hace, también, creerse lo que dicen e incluso permitirse ironizar ante un suceso tan brutal..., pero creo que es suficiente para esta publicación.

Qué tristeza de crimen.

Sen