5 de noviembre de 2008
Obama, presidente; ¿qué harán ahora los enfermos de antiamericanismo?
Soy de mal dormir, así que esta madrugada me he despertado un par de veces y la radio me ha contado lo que imaginaba cuando me acosté: Barack Obama será el nuevo presidente de los Estados Unidos. Los que me conocen y los que me siguen en este espacio en la red saben que hace tiempo escribí que el senador por Illinois era una magnífica apuesta que, sin duda, renovaría los aires viciados de neoconservadurismo que pueblan desde hace ocho años la Casa Blanca. También es notorio que admiro a Estados Unidos, a su pueblo y a los valores que dejaron por escrito en su Declaración de Independencia, allá por 1776. Soy también de los que piensa que los años de George W. Bush han supuesto una de las etapas más negras de la historia de Estados Unidos, pero a la vez creo que el mundo en general, e Irak en particular, están mucho mejor sin un sátrapa como Sadam Hussein. No obstante, creo que la guerra en Mesopotamia fue un grave error, no por la intervención, sino por haber dejado sin acabar el trabajo que se hizo en Afganistán: aniquilar cualquier resistencia talibán y perseguirla hasta más allá de la frontera de Pakistán. Los acontecimientos parecen dar la razón a este planteamiento.
Obama se va a enfrentar a gigantescos retos: una crisis económica casi sin precedentes, la retirada pendiente de Irak, el recrudecimiento del conflicto en Afganistán, el cierre del vergonzante campo de prisioneros de Guantánamo... Espero que le vaya bien en todos esos retos, porque me gusta Estados Unidos y creo firmemente en que es el país que debe liderar Occidente y los valores que tenemos: democracia, igualdad, libertad, estado de derecho...
Pero seguro que Obama decepcionará a muchos, empezando por su más fervoroso embajador en España, José Blanco. Da la impresión de que el número dos del PSOE piensa que el senador Obama es una especie de hippy pacifista situado más a la izquierda de la socialdemocracia. La conclusión de Blanco sólo puede ser producto de su ignorancia sobre la historia, la política y la realidad norteamericana. Porque quien se convertirá el 20 de enero en el presidente de los Estados Unidos no es más que un genuino producto de la factoría del Partido Demócrata, una formación que ha dado presidentes como Eisenhower, Kennedy o Bill Clinton. Todos ellos, al igual que el senador por Illinos, creían firmemente que su país debía liderar el mundo. Y si era necesario usar las armas para ejercer su liderazgo, no dudaron en emplearlas. Lo digo por el disgusto que se llevará más de uno cuando Obama, por ejemplo, decida perseguir a los talibanes en Pakistán, como prometió en la campaña. La ensoñación hippy se esfumará en un solo momento y los enfermos de antiamericanismo, los mismos que estaban deseando que asesinasen al electo presidente, verán reforzadas sus razones. España es, probablemente, uno de los países en los que más casos de antiamericanismo enfermizo hay. Andan ahora analizando los resultados de anoche para ver cómo sostienen que EEUU sigue siendo un país racista, en el que los negros sirven en los bares o son ejecutados en la silla eléctrica. Estoy seguro de que algo se les ocurrirá.
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1 comentario:
Hola, aquí un nuevo lector.
El Presidente de los EEUU es el líder. La cabeza de Occidente. El rostro de los más poderosos de aquí, la yâhiliyya. Los de la pasta. No podemos esperar de esta figura ningún milagro hippy, por mucho que la mercadotecnia de Obama (tan bien acogida por todos los medios, deseosos de relatar la historia) así lo sugiera.
De acuerdo. Pero, chico, después de Bush todo invita a ser optimista…
Un abrazoo
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