10 de mayo de 2008

Coslada Confidencial


Un jefe de Policía Local con un sobresueldo obtenido a base de extorsionar a los comercios locales, agentes que abusan de prostitutas y dan palizas, decomisos de droga que desaparecen... Es la Coslada del sheriff Ginés Jiménez, el capo policial detenido el jueves por los agentes de la Udyco de Madrid. El escenario es propio de una novela de James Ellroy, el autor de la magistral L.A. Confidential, pero es real. Y ha sido real durante más de dos décadas, el tiempo que lleva Ginés al frente de los policías de Coslada.
El lunes, en Interviú tendréis abundante información sobre el asunto y algunos detalles verdaderamente sorprendentes, pero dejo aquí unas cuantas reflexiones sobre la operación Bloque. En primer lugar, me llama la atención la cantidad de testimonios que ahora surgen hablando de los abusos de Ginés y los suyos. Sobre todo, los de comerciantes y hosteleros. Pues bien, la operación que ha acabado con el sherif entre rejas sólo ha sido posible gracias a la profesionalidad y el trabajo a destajo de los funcionarios del Grupo XVI de la Brigada de Policía Judicial –especializados en delincuencia organizada originaria de los países del este– y a la valentía de unas cuantas mujeres rumanas, las prostitutas con las que los policías se desahogaban de vez en cuando, naturalmente sin pagar un solo euro. ¿Y los comerciantes extorsionados y obligados a no cobrar las consumiciones de los agentes locales? Ni uno solo de ellos presentó denuncia, ni siquiera cuando los funcionarios de la Brigada acudieron a ellos. Ahora, con Ginés detenido, es muy fácil hablarle a un micrófono.
En segundo lugar, llama la atención la pasividad, la desidia y la incompetencia de la clase política de esa ciudad. Resulta que no se podía hacer nada contra Ginés y la pandilla de facinerosos que campaban a sus anchas por la ciudad. Creerlo resulta una verdadera ofensa a la inteligencia.
Y, por último, me acuerdo de las veces que algunos colegas me han hablado de las excelencias del jefe de la Policía de Coslada –al que, por cierto, no he conocido en mis veinte años de ejercicio, pese a lo que dice algún funcionario del Ayuntamiento–. Todo eran facilidades para la prensa en Coslada: rondas nocturnas en coche patrulla con la cámara, reportajes de todo tipo... Debemos ser autocríticos, porque nosotros, los periodistas, también debíamos haber percibido que algo olía a podrido en Coslada.

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