27 de abril de 2008

La negra vida del asesino de la ballesta


Hoy es domingo. Día para leer con tranquilidad y reposo la prensa. Leo detenidamente el reportaje de Elsa Fernández-Santoz en El País acerca de Andrés Rabadán, el hombre que en 1994 asesinó a su padre con una ballesta. Es un buen trabajo: fotografías inéditas del asesino, dibujos y cómics hechos por él, fotos de su esposa, una voluntaria que le conoció en prisión... Muy completo. Además, la reportera ha hablado con Andrés, que lleva 14 años sin salir de prisión, con su hermana y con su esposa. Todos ellos coinciden en que el asesino de la ballesta está curado, que no es un tipo peligroso y que poco tiene que ver con el joven que fue absuelto del crimen gracias a su estado mental. Sin embargo, algo inquieta de la figura de Rabadán y es esa extraña atracción que desprenden los asesinos y, sobre todo, lo que sale de sus mentes. El parricida pinta, escribe y ahora va a ser personaje de una película. Creo que demasiada fama para sus méritos, que no fueron otros que clavarle tres flechas de ballesta a su padre.
El reportaje refleja a la perfección el problema de los enfermos mentales que delinquen. Hace unas semanas, en nuestro espacio en el programa de Onda Cero Julia en la Onda, hablábamos del tema. ¿Cuándo una persona que ha cometido un crimen como el de Rabadán puede salir a la calle? ¿Quién lo debe decidir? El reportaje no da respuestas a estas preguntas. No tiene por qué hacerlo, simplemente plantea un debate del que los sucesivos gobiernos han eludido ocuparse. En cualquier caso, enhorabuena a Elsa Fernández-Santos por su trabajo.

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