28 de enero de 2008

La dignidad de unos padres

y la inmoralidad de las televisiones


Como a muchos de vosotros, me ha indignado la historia de Tomás Delgado, el conductor que en 2004 atropelló mortalmente a Enaitz Iriondo, un joven de 17 años, y que ahora reclama 20.000 euros en concepto de los daños que el accidente provocó en su vehículo y de los gastos que le ocasionó alquilar otro coche. No sé si el conductos es así de miserable o ha sido mal asesorado. La demanda roza el surrealismo y entraría en el humor absurdo si no estuviésemos hablando de la muerte de un joven. Pero lo que más me ha sobrecogido de esta historia es lo que he leído hoy en El País. Los padres de Enaitz, Antonio y Rosa, cuentan que están desbordados por las llamadas de todos los medios y que, al fin y al cabo, era eso lo que querían, hacer ruido. Pero también dicen que algún programa de televisión les ha ofrecido dinero para que acudan a su espacio. Naturalmente, dicen, ellos no aceptan pago alguno. Un ejemplo de dignidad la de los padres y de inmoralidad la de las televisiones. Todavía, hay algunos que creen que a la vida de un hijo se le puede poner precio. Para arreglar un coche o para llevar a plató a los padres.

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